Cementerio de Tikhvin, San Petesburgo

 

 

 

En prácticamente todos los cementerios de las grandes ciudades descansan personajes públicos que contribuyeron de manera notable en la cultura y sociedad del país al que pertenecían, y Rusia ha tenido a lo largo de su historia grandes compositores, literatos y artistas de distintas disciplinas que moran entre sus muros.

Hoy viajamos a San Petersburgo, segunda ciudad más poblada de Rusia y por más de doscientos años capital del Imperio Ruso, para conocer uno de los tres cementerios que acoge la ciudad.

El cementerio de Tikhvin o también conocido como el cementerio de los artistas es un bucólico y extraordinario recinto ubicado a las afueras del centro urbano.

Situado junto al monasterio de Alexander Nevsky o “Laura” (título que la iglesia ortodoxa otorga a los monasterios más importantes) y pagando unos 140 rublos podemos pasear y ver como grupos de escolares realizan visitas al cementerio para aprender un poco más de la vida de estos grandes personajes de la historia moscovita. Fundado en 1823, aquí descansan grandes literatos de la historia, actores y músicos rusos.

Lo extraordinario de este pequeño cementerio no sólo son las tumbas de sus célebres moradores, también la vegetación que le rodea y cómo está cuidada con mimo es digno de ver. Por supuesto, una de las características más significativas del cementerio de Tikhvin son sus maravillosas figuras esculpidas en piedra; muchas de ellas poseen ricos detalles de ornamentación, aunque también tienen hueco los sencillos bustos donde se homenajea al fallecido.

Debido a que muchos visitantes desconocen esta pequeña joya, el ambiente del cementerio es tranquilo y silencioso, un lugar ideal si uno quiere hacer una parada para descansar o simplemente y porqué no, quitarse de encima el estrés que ocasiona el turismo habitual.

Una vez que uno entra en el recinto la primera tumba que se encuentra es la de Fyodor Dostoyevsky (1821-1881) gran novelista ruso y considerado uno de los más grandes psicólogos de la literatura mundial. Sus obras más reconocidas son Crimen y Castigo, El idiota o Memorias del subsuelo por nombrar algunas de ellas. De su sepultura destaca el sobrio busto del literato, en el que se puede leer una frase cogida del Evangelio de San Juan y que Dostoyevsky citó en Los Hermanos Kamarazov: “En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo, pero si muere produce mucho fruto”. No es raro encontrar en la tumba flores, manzanas, caramelos y monedas que depositan los admiradores de este gran escritor ruso.

Otro de los monumentos funerarios más bellos del recinto es la última morada de Alexander Borodin (1833-1887), químico y compositor, principal promotor de la educación en Rusia y que fundó la Escuela de Medicina de la Mujer en San Petersburgo. Del conjunto de su tumba destaca, por el contraste sobre la grisácea piedra, una partitura en mosaico bellamente ornamentada y con un iluminado tono dorado.

Un compositor de gran renombre que descansa en este cementerio de Nikoli Rimsky-Korsakov (1844-1908) miembro junto al ya nombrado Borodin del grupo conocido como “El puñado poderoso”, que se encargaron de crear melodías clásicas con un claro trasfondo de la cultura rusa.

Y como no hay dos sin tres, otro gran compositor de la historia de la música que se encuentra en este pequeño cementerio es Antón Rubinstein (1829-1894) magnífico pianista y director de orquesta, se convirtió en una figura fundamental en la cultura rusa cuando fundó el Conservatorio de San Petersburgo. Su monumento funerario llama la atención por su sencillez, sobre un pedestal se yergue el busto del genial maestro.

 

En este espacio del cementerio de Tikchvin descansan además de los ya nombrados un nutrido ramillete de músicos y compositores; Tchaikovsky, Mussorgsky, Glazunov, Cui, Balakirev, haciendo que sus distintos estilos musicales aquí tengan cabida y sus melodías susurren entre los árboles.

No es de extrañar que el recinto sea conocido como el cementerio de los artistas, pues además aquí moran Marius Petipa (1818-1910) maestro de ballet y coreógrafo, Leonhard Euler (1707-1783) matemático y físico o la actriz Vera Komissarzhevskaya (1864-1910) una de las más célebres durante el Imperio Ruso.

Estamos seguras que después de este pequeño paseo por el cementerio de Tikchvin, si alguna vez tenéis oportunidad y vais a San Petersburgo no resistiréis la tentación de visitar el cementerio de los artistas. Nosotras no lo haríamos.

 

Clara Redondo

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