Epitafios de escritores famosos

 

Generalmente, cuando os hablamos de cementerios nos vamos a su vertiente histórica; año de construcción, lo imponente de sus panteones, la majestuosidad de sus esculturas. Entre los muros de muchos ellos descansan ilustres personajes; inventores, actores, cantantes y un largo etcétera. Sin embargo muchas veces al centramos en el entorno y en su arquitectura, pasando de largo por un elemento clave en cualquier cementerio: los epitafios.

 

Esta pequeña honra al difunto proviene del griego ἐπιτάφιος, aunque el término que conocemos como hoy en día deriva del latín tardío epitaphium, compuesto por dos voces griegas: epi (sobre) y taphos (tumba).

En líneas generales se considera un buen epitafio aquel que es memorable, que “habla” al lector y le pone en aviso sobre lo efímero de la vida. Algunos también relatan los logros conseguidos por el difunto: hazañas políticas, victoriosos soldados o dejar constancia de su genio. (Ahora mismo me estoy acordando de la sepultura de Alonso Martínez, el epitafio del buen caballero no deja lugar a la imaginación, lo pone todo: sus seis cargos como ministro de distintos ministerios así como su cargo de Presidente del Congreso de los Diputados).

En la gran mayoría de los casos, estas inscripciones sepulcrales las piensan los vivos, es una manera de homenajear al difunto; unos en verso, o pequeños pasajes de la Biblia. Sin embargo, algunas personas ya dejan preparado su epitafio para cuando llegue la hora de marcharse de este mundo. Hoy nos centraremos en los epitafios de algunos escritores, toda su vida escribiendo para los demás que no encontraron mejor manera de despedirse que redactando sus últimas palabras. Veámoslos.

  • William Shakespeare:

“Buen amigo, por Jesús, abstente de cavar el polvo aquí encerrado. Bendito el hombre que respete estas piedras y maldito el que remueva mis huesos”

En aquellos tiempos era una práctica muy común en Inglaterra el retirar los huesos de la tumba y quemarlos, con semejante advertencia para el sepulturero, Shakespeare se aseguró que nadie le molestase.

  • Molière:

“Aquí yace Molière, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace bien”

Maravilloso epitafio, con razón uno de sus principales objetivos en su vida fue “hacer reír a la gente”.

  • Emily Dickinson:

“Me llaman”

A pesar de sólo publicar siete poemas en vida, es una de las poetisas norteamericanas más admirada de la historia. Su epitafio; corto, claro y conciso.

  • Enrique Jardiel Poncela:

“Sí buscáis los máximos elogios, moríos”

Atacado en vida por su fina ironía, sus palabras no siempre eran bien entendidas. Sin embargo, su epitafio no puede derrochar más verdad.

  • Vicente Huidrobo:

“Abrid la tumba, al fondo de esta tumba se ve el mar”

El poeta chileno tuvo como último deseo que su descanso fuera en una pequeña colina situada en su casa de Cartagena y con vistas al mar.

  • John Keats:

“Esta tumba contiene todo cuanto fue mortal de un joven poeta inglés, quien en su lecho de muerte, en la amargura de su corazón, en el poder malicioso de sus enemigos, deseó que grabaran estas palabras en su sepultura: ‘Aquí yace aquel cuyo nombre fue escrito en el agua”

Aunque el gran poeta romántico hubiera querido que en su lápida constase sólo el último verso, sus amigos: Joseph Severn y Charles Brown le añadieron el resto del párrafo.

  • Edgar Allan Poe:

“Dijo el cuervo: nunca más”

El escritor eligió a tan característica ave, protagonista de uno de sus poemas narrativos más famosos para que le acompañara en su viaje eterno.

Hasta aquí este pequeño recorrido por los epitafios de algunos escritores, desde luego no están todos, aunque seguiremos buscando para daros a conocer estos bellos mensajes.

 

Clara Redondo

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