Mujeres Ilustres: Helen Keller y Anne Sullivan

Hellen Keller nace en Tuscumbia, Alabama, en 1880. A los 19 meses una enfermedad le provoca la pérdida total de audición y de visión. Nadie puede comunicarse con ella ni ella sabe cómo hacerlo, por lo que vive ajena a todo lo que sucede a su alrededor hasta los 7 años. Hasta que Anne entra en su vida.

Anne Sullivan nace 16 años antes que Helen en el seno de una familia pobre y llena de desgracias: termina en un asilo junto a sus hermanos por la muerte de su madre, y ella desde los cinco años sufre tracoma, enfermedad que va degenerando su vista y que le obligaba a no poder acceder a ningún puesto de trabajo más allá de sirvienta, y con reticencias. 

En el asilo le hablan de la existencia de la Escuela Perkins para Ciegos de Boston, donde solicita su ingreso y es aceptada. Allí, tras someterse a varias operaciones, mejora su vista y se gradúa como alumna ejemplar con honores. 

Para ayudar a otras personas, Anne aprende braille y el alfabeto dactilológico para poder comunicarse con ellas. Su primera alumna fue Laura Bridgman, cuya experiencia le sirvió para ayudar a la que fue su otra única alumna hasta el final de sus días, Helen. 

Anne es trasladada a Tuscumbia, donde vivía Helen. Llevaba 7 años sin comunicarse con nadie, por lo que se puso enseguida manos a la obra: Anne hacía que Helen tocara las cosas y le deletreaba en la mano lo que era; así a la vez, Helen aprendió a leer. Para enseñarla a escribir, usó un tablero especialmente hecho para ella donde podía escribir las letras a través de un canal con su forma (como las reglas que llevan letras actuales) y para hablar, Anne colocaba la mano de Helen en su garganta y le invitaba a imitar sus sonidos. 

Helen Keller llegó a estudiar en la universidad, siendo la primera persona sordociega en conseguirlo. Se convirtió en una activista filántropa, además de ser una autora de fama mundial. Defendió el socialismo y el sufragio femenino, y durante el principio de los años 20 viajó por todo el país realizando conferencias, siempre en compañía de su inseparable Anne. 

En 1924 se retira del activismo político y se centra en defender los derechos de las personas discapacitadas, consiguiendo grandes donaciones gracias a su fama mundial. 

Pero en 1936 fallece Anne Sullivan, a quien acompañó hasta el último momento en su lecho de muerte. Perdía a quien había sido sus oídos y sus ojos durante 49 años. Anne, por su lado, se había encargado de dejar una sustituta para Helen y que pudiera continuar su necesaria trayectoria. 

Y así lo hizo, ayudando y viajando por el mundo hasta 1968, cuando fallece. Como no podía ser de otra manera, las cenizas de ambas descansan juntas en la Catedral Nacional de Washington. 

La vida de Helen, contada en la autobiografía “Historia de mi vida”, fue traducida al español por Carmen de Burgos.

Paloma Contreras

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