Mujeres ilustres: Mary Winston Jackson

Mujer, afroamericana, residente en Hampton, Estado Unidos donde se regían con las leyes de la segregación. Años 50, nada fácil. Si eras de raza negra tenías que ir a los baños acondicionados para ellos, en el autobús, ir en la parte de atrás, la educación, en las escuelas específicas para ellos.

Excepcional era ver a una persona de color acudir a la universidad, tener puestos de responsabilidad dentro de las empresas o simplemente tener los mismos sueldos que el resto de sus compañeros en una empresa.

Mary Winston Jackson era mujer y de raza negra, sí. Pero también era valiente, decidida y a pesar de las trabas impuestas por la sociedad en aquellos tiempos, consiguió ser ingeniera aeroespacial.

Mary nació un 9 de abril de 1921; su infancia transcurrió en Hampton, Virginia. Ya desde pequeña destacó por su inteligencia, tanto es así que se graduó con todos los honores; en una escuela para gente de color, claro.

En 1942 se gradúa en Matemáticas y Ciencias Físicas y comienza a trabajar como profesora en una escuela para niños negros en Maryland. También combinaba ese trabajo con otro como contable y secretaria. Sólo interrumpió su trabajo al nacer su primer hijo; tuvo dos, pero Mary no era mujer de quedarse en casa criando a los hijos, ella tenía aspiraciones profesionales y personales como mujer.

En 1951 consigue entrar a trabajar en el Comité Consejero Nacional para la Aeronáutica (NACA) como matemática y calculadora. La zona destinada era exclusiva para las mujeres de color, conocida como la Sección de Informática del Área Oeste. En aquellos años Estados Unidos y Rusia estaban metidos en una carrera a dos. Los viajes espaciales estaban empezando, los rusos por un lado y los estadounidenses por otro, peleaban por conquistar la luna o ser los primeros en completar una órbita completa a la Tierra.

El trabajo de Mary y sus compañeras del Área Oeste era calcular, realizar fórmulas, ajustar coordenadas. Todo ello por supuesto sin ser reconocido, el mérito se lo llevaban los blancos.

La oportunidad para Mary llegó de manos del ingeniero Kazimierz Czarnecki, quien la solicitó para trabajar con él. Contrario a la segregación, trabajó con Mary en la creación de un Túnel del Viento con el que se estudiaba las fuerzas sobre un modelo al generar vientos de casi dos veces la velocidad del sonido.

Fue el propio Czarnecki, viendo el potencial de Mary, quien le aconsejó que optara al puesto de ingeniera dentro de lo que hoy se conoce como NASA. No fue fácil, primero por su raza y segundo por ser mujer. Mary necesitaba licenciarse en matemáticas y física para poder optar al puesto, por supuesto le pusieron trabas, la Universidad de Virginia gestionaba las carreras y claro, sólo era una institución para blancos. La primera respuesta fue un no rotundo.

No se rindió; presentó una petición ante los juzgados y se presentó ante el juez. Su oratoria fue brutal; tan solo pedía poder estudiar, tener las mismas oportunidades que el resto de la personas, intentar ser la primera ingeniera de color en la NASA, pero para ello el juez debía ser el primero en darle esa oportunidad. La tuvo, eso sí, sólo le dieron opción acudir a las clases en el turno nocturno.

Mary lo consiguió; acudía a su trabajo en la NASA, atendía a su familia y por las noches estudiaba en una clase donde era la única mujer. Terminados sus estudios ganó la promoción y en 1958 se convirtió en la primera ingeniera negra de la NASA, ese mismo año coautora de su primer informe.

Mary Jackson comenzó su carrera de ingeniería en una época en la que las mujeres ingenieras de cualquier origen era una rareza. Durante casi dos décadas desarrolló una carrera de ingeniería muy productiva, escribiendo más de una docena de informes técnicos para la NASA.

Y como ella lo tuvo difícil, quiso ayudar a otras mujeres para pudieran tener opciones a ascensos dentro de un mundo patriarcal. Asesoró a mujeres para que pudieran cambiar sus títulos de matemáticas a ingenieras como ella misma había hecho.

Mary continúo trabajando en la NASA hasta su jubilación en 1985; retirada, se volcó en su familia y el voluntariado. Esta gran mujer que demostró que el querer es poder falleció un 11 de febrero de 2005, sus restos descansan en el pequeño cementerio Bethel Ame Church de Hampton, Virginia.

Clara Redondo

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